Este lugar se volvió mi refugio después del trabajo. No es solo el café (que es brutal), es la calma que se siente apenas entras. Es como desconectarse un rato de la ciudad. 

Lo que más me gusta es que aquí no te sientes cliente, sino parte del lugar. Siempre hay buena vibra, buena música y un café que sabe a historia de verdad. 

Yo venía por un café rápido y terminé quedándome horas. Es imposible no sentirte en casa, y se nota el amor que le ponen a cada taza. Es mi spot favorito en la ciudad. 

Cada visita es diferente, pero siempre tiene la misma magia: un café increíble y un ambiente que te atrapa. Aquí siento que el tiempo corre más despacio.